MAR
A mi historia tal vez le faltaba un final que este acorde a mi vida pero como decía un amigo travesti, “sorpresas te da la vida”. Tendría que comenzar por contarles algo de lo que venia haciendo y a lo que llamaba una vida desordenada, esperando sin intención alguna, un nuevo caos. Junto a Mimi, mi amigo travesti integrábamos un grupete bastante particular. Vivíamos enmarañados desde que se perdía el sol hasta quien sabe. También se perdía la noción del tiempo. Compartíamos gustos tan dispares como lo heterogéneo del grupo mismo. Visto desde afuera nadie apostaría a que estos cinco espasmos de la vida puedan llevarse bien. Pero, a lo mejor, como le llevábamos la contra a todo, éramos tan unidos como cualquier extensión del cuerpo. Mimi había adoptado ese nombre por la fascinación con la actriz Mimi Ardu. El, ella, dice haber escogido el nombre por las tantas veces que , en carácter masculino, le había dedico su amor propio, en pleno fogueo de hormonas quinceañeras. Pero a Mimi también se sumaba “el Peter”, desconsolado cordobés que aspiraba a pasar la frontera de lo cotidiano. Soñaba con llegar a los Estados Unidos y plantarse con un negocio, conocer a la chica de sus sueños y engendrar cuantos hijos le de su castigado cuerpo. Creo que en el fondo sabia que nada de eso iba a suceder, y solamente pudo cambiarse de Pedro a Peter, era cerca lo mas cerca que podía llegar de lo que anhelaba. Pato y Lourdes eran la parejita de este grupo. Dos personas que no sabían vivir por separados. Si Pato proponía una estúpida idea, Lourdes era la primera en aprobar la iniciativa. Estaban entrando a su octavo año de pareja. Se conocían desde los 13 años y como se darán cuenta pasaron todas las experiencias, propias de la edad juntos. En una noche de invierno bastante duro y a los 14 años de Lourdes, ambos desvirgaron su cuerpo para pasar a un compromiso mucho mas fuerte. A veces mirarlos juntos era tan parecido a comerse un pote de dulce de leche, con media docena de merengue mientras miramos a winnie pooh, era demasiado empalagoso. Aunque debo admitir que nunca vi tanta entrega de dos personas por algo en común, que no es palpable y algunos ojos cómodos no pueden percibir. Ellos le llamaban amor, claro, y yo comenzaba a creerlo, aunque siempre a escondidas. Tenia que conservar mi personalidad de chica dura. Y en el grupo faltaba presentarme yo. Mar, tan sencillo como eso. Mi tía me dijo que mama me puso ese nombre por que amaba el mar y toda la tranquilidad que despertaba en uno. Claro, ella nunca llego a conocerlo, pero dejo en mi algo pendiente por cumplir. Algún día, tampoco me obsesiono con eso. Cuando mi tía, decidió que lo mejor y lo mas seguro era irse con un camionero que avía conocido una semana antes, mi vida comenzó a tomar otro color. La iba extrañar lo necesario, pero me dejaba mas deudas que facilidades de pago, mas dudas que certezas. Era hora de tomar la rienda de todo. Como primer medida invite a Mimi a quedarse conmigo en casa. Era de esas casas viejas de barrio, en la cual alquilábamos dos piecitas en el fondo, a un estudiante de Neuquen y a un anciano que alguien, desconsiderado, se olvido por aquí. Mimi me iba a hacer de gran utilidad por que aunque a ella no le guste era necesario la presencia de la fuerza de un hombre(cuando la cosa se ponga pesada) y la compañía de una mujer. Ella reunía las dos cosas así que no lo dude. Por mi parte tenia que buscar un trabajo, algo que no demande tanta cabeza, que no requiera compromisos extremos y que me sienta a la altura de la situación. Esa mañana me dispuse a buscar en el diario y luego de algunas frustradas entrevistas decidí embarcarme en lo que parecía algo sencillo. Moza de calle. Ustedes sabrán a que me refiero, esas chicas que van de un lado al otro sin recibir una moneda de mas. Debe admitir que soy una chica de grandes pechos y tonificadas piernas lo cual, bueno...ayudo a conseguir el trabajo y algunas propinas de viejos verdes, dueños de importantes negocios que si yo hablara, mas de uno esta noche no duerme en casa. Lo que me irritaba de este trabajo, al principio, era cuan “rata” que puede ser la gente de oficina, con que necesidad se hacen quedar tacitas de café, cuantas mas quieren!!! Claro y una como estúpida renegando y renegando, haciéndoles ver que jamás me devolvieron una tacita. Con el tiempo me iba acostumbrando. Lo mismo sucedió con el uniforme de trabajo. – Señorita aquí, trabajamos en serio, por que somos gente seria y como tal deberá llevar un uniforme, nada de esos jeans pintarrajeados que trae- me decía mi jefe la primera vez, un tano que a los trotes podías entender algo. Jaja gente seria, mis jeans coloridos conservaban mas decencia que la minifalda de unos cuantos centímetros que me dio a usar. Una camisa de talle ajustada que no dejaba mucho a la imaginación y que al salir a la calle tenia la sensación de estar en venta, me faltaba solo un cartelito en la frente. Y los pedidos equivocados y las bromas pelotudas de abogados que una tenia que soportar por unas cuantas monedas a fin de mes. Pero todo iba a tomar otro color cuando después de reiterados pedidos de una agencia de turismo, Esteban me confesaría lo que tantos meses tenia guardado. El era un cliente recurrente del lugar. Siempre pedía un café y vasito de soda. En oportunidades charlábamos y dejaba ver una persona que nada tenia que ver con ese ambiente. Y es que las agencias de turismo se vende por la imagen. El era un tipo sencillo que no almorzaba en el trabajo por que su sueldo no le daba y la empresa no aportaba en viáticos muy seguido. Sabia que algo tenia conmigo pero las mujeres solos mas serenas a la hora de decidir, sabemos lo que nos gusta pero tenemos que estar muy seguras que es recíproco para dar un pasito mas. Esa tarde, en un break que coincidimos, Esteban me confeso que odiaba el que café, que no podía soportar la acidez que le provocaba pero que menos podía soportar verla una sola vez por día. Así que con mucho esfuerzo Esteban se tomaba delante de ella, para sacarle unas palabras, cuatro tacitas de café. Esa entrega me mato, quebró en mi aquella personalidad dura y reacia a disfrutar lo que tanto esperaba. Sentirme enamorada. En fin le partí la boca de un beso y hasta ahora no nos separamos. Pasaron ya cinco años de todo esto y no me canso de repasar como dio vuelta mi vida por un trabajo. Encontré la persona que me acompañara una buena parte de mi vida .Lo que dure. Por ahora solo queda terminar de hacer las valijas para pasar unas días en Mar del Plata, a orillas del mar con Esteban y el pequeño Tomas es hora de cobrarme algunas materias pendientes.